Impasible avanza el tiempo,
Aguijones de acero que corrompen el alma,
Jirones de vidas que corroen la piel.
Montado en él, los recuerdos sobrevuelan las sábanas
De una noche silenciosa
Y el desvelo,
Como lluvia de sales que oxidan la memoria,
Llega dispuesto a torturar.
El viento árido,
Añicos de cristales vírgenes,
Irrumpe arremolinándose sobre los rincones oscuros
De calles húmedas
Y me susurra una historia sin nombres.
Una historia de épocas desconocidas
Donde los amores matan
Y los besos engendran la tragedia.
Un presagio, la encrucijada;
El amor imposible,
Un sacrificio, la carta empapada de llanto,
La sangre en el puñal…
El amor después de la muerte.
El cielo estéril de una noche de leyendas,
En cuyas vastedades cuelga ingenua
La luna de mármol
Pintada con betas de insomnios antiguos,
Se cierne sobre las imágenes angustiosas
Que trae el viento entre sus bufidos;
Esas fotos que algunos dicen recuerdos,
Esas que el tiempo había atesorado hasta hoy.
Y entonces, cuando el llanto es inminente
Y el presente se desgaja buscando piedad,
La imagen del beso apasionado,
La sensación de rasgos sonrojados,
El ardor de cuerpos que se trenzan
Se apoderan de la razón
Y absorbiendo cada suspiro que libero,
Destrozando cada sonido que evoco,
Se llevan con lentitud el latir de un corazón desnudo
Y bajo el reloj que cruje con arrogancia,
Un hombre muerto reposa sin prisa,
Sin memorias y sin nombre.
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